El error como fuente de conocimiento

Hace unos días me entrevistaron dos grandes mujeres, a las cuales admiro grandemente. Dentro de la entrevista hubo una pregunta muy particular entorno al error más grande que había tenido a lo largo de mi trayectoria profesional.

Esta pregunta en mi caso es muy trascedente. Crecí creyendo que cuando una persona decide hacer algo, debe hacerlo de forma extraordinaria y cada día mucho mejor, prácticamente sin margen de error. Y esto funcionaba perfecto mientras solo respondía por las acciones que yo realizaba de manera directa.

Recuerdo que en la universidad, en una plática que tuve con la psicóloga de la escuela, le comentaba que me costaba mucho trabajo entender a las personas que aunque solo estudiaban no sacaban 10 en todas sus materias. Ella me preguntaba, ¿por qué para ti es tan importante tener 10 en todas las materias?, mi respuesta fue: "por que yo estoy ocupando un espacio que alguien más desea y mi responsabilidad era sacarle el mayor beneficio, honrando a quien no lo tiene". Luego de intercambiar puntos de vista me dijo algo que a la fecha recuerdo como si hubiese sido ayer: “Bere, debes aprender que tus capacidades y las de los demás son diferentes, de lo contrario puedes sufrir mucho”. En aquel momento no entendí lo profundo de sus palabras.

Al paso del tiempo, conforme comencé a dirigir equipos, le fui tomando sentido a esas sabias palabras, por qué ahora los resultados extraordinarios a los que estaba acostumbrada no dependían únicamente de mis acciones, de mi pasión, de mi compromiso o de mi disciplina.

Recuerdo que mientras observaba el actuar del equipo que dirigía, buscaba entender sus motivadores, buscaba escucharlos ampliamente para poder brindarles eso que necesitaban para sentirse apasionados por sus acciones y que derivado de ello buscaran que sus resultados fueran extraordinarios. Y justo fue durante ese tiempo, que me sucedió un par de experiencias clave que cambiaran radicalmente mi percepción del error.

Fue en una sesión magna en el IPADE Business School, en clase de factor humano, en donde el profesor nos comentó que debíamos entender que nuestras capacidades y las de los demás eran diferentes y que debíamos entenderlo, aceptarlo y trabajar con ello. Logrando que cada uno de los integrantes del equipo que dirigiéramos, en su escala diera su máximo, aunque este máximo fuese distinto al nuestro, en algunos casos mayor y en otros igual o menor.

Por otro lado, también en el IPADE luego de una gran plática que tuve con quien fuera mi mentora, la profesora Maricarmen Bernal, me comentaba que tenía que ser menos exigente conmigo misma y con los demás, me comentó una frase que desde entonces siempre recuerdo, me dijo: “Bere, si una vez te equivocas, no pasa nada”, recuerda: “¡no pasa nada!, aduéñate de esa frase Bere”.

Luego esas experiencias me vinieron a la mente las palabras de aquella psicóloga en mi universidad, más otros tantos eventos relacionados con mi equipo, lo que me hizo entender que efectivamente todas las personas somos diferentes, todos tenemos fortalezas y todos debilidades, y para que un equipo dé lo mejor de sí debemos potenciar las fortalezas de forma integral y particular y equilibrar las debilidades del grupo para que éstas no sean las que destaquen.

La última experiencia trascendental hasta ahora que me hizo enriquecer aún más la perspectiva sobre el error, fue platicando con mi esposo. Aquella vez hubo un error grave en la agencia, y ante mí perspectiva totalmente prevenible. En ese momento me costó mucho trabajo entender aquella omisión por lo que decidí primero enfocarme junto con mi gran equipo a definir e implementar la solución para luego tratar de entender la causa detrás y definir siguientes pasos. Mientras me encontraba en este proceso, le pregunté a mi esposo su opinión, ya que es una de las personas que más admiro intelectualmente; luego de escucharme atentamente, él me respondió: “es claro que no lo hizo con intención, y por irónico que sea el cómo sucedió, y más allá de la gravedad e impacto que tuvo, es un error humano, es decir, el error es humano”.

Luego de escucharlo, mi perspectiva sobre este tema se enriqueció aún más, ya que efectivamente, "el error es humano", y el errar destaca nuestra naturaleza humana, ya que precisamente el error es una de las formas más antiguas y poderosas de cómo el individuo aprende y evoluciona, necesitamos el error, como necesitamos el día y la noche para crecer. Como el Ave Fenix, que perece en sus cenizas para resurgir más fuerte. Por lo que considero que somos principalmente los líderes quienes debemos impulsar que es preferible errar a no intentar por miedo al fallo. Hay que arriesgar, prevenir lo más que se pueda sí, sin embargo, hay que arriesgar ante propuestas nuevas, de innovación, sobre todo para dar pasos que no hayan sido dados por alguien más aún.

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Al error hay que darle un trato especial, de respeto, análisis, seguimiento y comprensión. En mi caso, hoy el error tiene un significado totalmente distinto, cuando hay alguno por mi parte o del equipo, busco entender la razón detrás de éste y también me gusta saber quien lo cometió, esto último no para señalar, sino para entender y apoyar, entender las razones, para poder determinar en conjunto las causas que lo ocasionan y con ello establecer protocolos integrales que además de prevenirlo nos permitan como equipo aprender de él.

Como me dijo alguna vez un gran amigo: "Querida Bere, hay aves que cruzan el pantano y no se manchan”.

Te invito a ver y escuchar mi entrevista aquí.

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